REGIÓN DE FRIBURGO
La Región de Friburgo con perro
Al oeste de Suiza, la región de Friburgo presume de su legado medieval con pequeños pueblecitos como Murten y su encantador lago, o el fabuloso Gruyères, encaramado en una colina de cuento en las estribaciones de los Prealpes. La capital de la región, Friburgo, con sus edificios góticos y su imponente catedral, es la puerta de entrada a una tierra de sabores únicos, como sus quesos y la crème double de La Gruyère.
En mayo de 2025 visitamos el cantón de Friburgo, que es como una mini Suiza. Al sur, los Prealpes dan la posibilidad de ascender a sus cumbres para observar los picos de la cordillera más famosa de Europa Occidental y visitar pueblecitos de cuento como Gruyères; en el centro, la ciudad de Friburgo conserva su sabor medieval: mientras que en el norte se extienden valles y lagos salpicados de rincones con encanto, como el burgo amurallado de Murten o los viñedos de Mont Vully.
LA CIUDAD DE FRIBURGO
Fribourg an der Saane es una de las ciudades medievales más bonitas de Europa y disfruta de un gran ambiente juvenil debido a su carácter de ciudad universitaria. Nada más llegar llama la atención que la urbe esté estructurada en dos alturas. En lo alto, las fachadas de las casas construidas sobre un cortado se asoman al precipicio y entre ellas asoma la torre de 74 metros de altura de la catedral de San Nicolás, de estilo gótico (siglos XII a XV). Al pie de la colina, el frondoso y serpenteante río Sarine. Puentes de todas las épocas conectan la parte alta con la parte baja de la ciudad (basse ville), repleta de edificios medievales y parcialmente cercada por murallas.
Friburgo (en alemán, Freiburg y en francés, Fribourg) se encuentra en la frontera entre la Suiza alemana y la francófona. Es una de las tres ciudades bilingües de Suiza: un 85 por ciento de vecinos habla francés y un 15 por ciento se expresa en alemán.
Nada más llegar cogimos el trenecito turístico que da la vuelta a la ciudad. Tiene audioguía en español y admite perros, aunque lo estrecho del interior lo hace recomendable solo para perros pequeños y medianos. El recorrido comienza en la parte alta y sigue hasta una colina más elevada que hay saliendo de la ciudad. En ella se emplaza la capilla de Loreto. Este punto es uno de los mejores miradores al skyline de la villa. El tren recorre, a continuación, la parte baja, a la altura del río.
Si prefieres descubrir la ciudad caminando, puedes callejear cómodamente y volver a subir a la parte alta en el Funi, un singular funicular que utiliza aguas residuales depuradas. Las aguas llenan un depósito de 3.000 litros situado en el vagón superior y el peso hace que el vagón descienda mientras el mecanismo tira del vagón inferior para que haga el recorrido inverso. Un sistema muy original que ahorra gases contaminantes y que reconocerás por el peculiar olor que desprende los días calurosos. ¡Con el olfato que tengo, yo lo fiché enseguida! Lleva en funcionamiento desde 1899 y se considera un bien cultural nacional. El funicular salva un desnivel de 56 metros.
Si te alojas en un hotel de la ciudad, recibirás el Fribourg Ticket, que permite viajar gratis en los autobuses urbanos y en el Funi, y ofrece descuentos en actividades. Y si adquieres la Fribourg City Card, además del transporte público, la entrada a los museos, la torre de la catedral y el minitren son gratuitos.
Nosotros nos alojamos en el Hotel Le Sauvage, con instalaciones modernas. No cobran suplemento por animal y su restaurante es amigo de las mascotas. A dos pasos, junto al río, cenamos en el restaurante De la Clef, con una encantadora terraza con vistas hacia la catedral.
Otra manera de descubrir la villa es un tour gastronómico privado. Nosotros lo hicimos con Alicia, que nos fue explicando la historia de la ciudad mientras parábamos en diversos comercios. Como los perros no podemos entrar en las tiendas de alimentación, ella compraba las diferentes exquisiteces y nos sentábamos en plazas y jardines (¡hay fuentes por todas partes!) a degustarlas. La última parada la hicimos en el Café des Arcades, donde probamos la doble crema de Gruyère con merengue y frambuesas. La crème double es nata espesa con, al menos, un 45% de grasa (el doble de una nata normal) y es dulce. Este manjar es omnipresente en la región de Friburgo y te lo sirven incluso en un bombón de acompañamiento cuando pides una manzanilla. ¡No hay manera de escapar, jaja!
El tour gastronómico nos introdujo en otras especialidades autóctonas, como los quesos con Appellation d'Origen Contrôllée (AOC). Los más famosos son Gruyère y Vacherin, con los que se hace la fondue Moitié-Moitié friburguesa (el queso Gruyère da un toque más robusto y el Vacherin, más suave, aporta cremosidad). Por último, conocimos el Cuchaule, un pan con azafrán en forma de trenza que se sirve con la mostaza de Bénichon (una especie de mermelada agridulce y picante).
El río Sarine atraviesa la ciudad de Friburgo y divide la zona alta, con la catedral y su entramado de calles, de la zona inferior. El río discurre entre frondosos árboles, por lo que es uno de los puntos de esparcimiento favoritos de los friburgueses. Las mascotas pueden chapotear en el agua (excepto en algunas zonas acotadas). Los perros no podemos ir sueltos del 1 de abril al 15 de julio (para evitar daños a los animales silvestre durante el período de cría). Pero esto no impidió que me refrescara en el río. Otra zona verde que merece la pena conocer es el Jardín Botánico de la Universidad de Friburgo. Nosotros fuimos en un periquete en bus urbano desde el centro.
LA GRUYÈRE, CUNA DEL FAMOSO QUESO SUIZO
Al sur de la región de Friburgo se encuentra la comarca de La Gruyère, en donde sobresale la pequeña ciudad medieval de Gruyères, en lo alto de una colina y presidida por el castillo del siglo XIII que dio origen a la localidad. El paisaje es de cuento, con extensas praderas verdes salpicadas de vacas felices y la silueta del imponente Moléson y los Prealpes.
Merece la pena subir andando el caminito que serpentea entre los prados para atravesar la puerta de la muralla y entrar de lleno en el corazón del burgo medieval. Este pueblecito tiene una única calle formada por casas de los siglos XV al XVII, que hoy acogen tiendas y restaurantes. En ellos se sirven las delicias gastronómicas del lugar, empezando por su famosísimo queso Gruyère AOP, su fondue y la doble crema con merengue o frambuesas.
Lo primero que nos sorprendió fue saber que el nombre de la localidad no proviene del queso, sino de la grulla que aparece en el escudo de los condes que fundaron el castillo. Esta grulla la verás en las banderas que ondean aquí y allá.
El castillo no admite animales, pero si te alojas en Gruyères con tu perro, lo más normal es que el hotel te permita dejarlo un rato en la habitación para que puedas realizar esta visita, entrar en el Museo HR Giger (dedicado al pintor suizo creador del extraterrestre de la película de 1979 Alien) o recorrer la fábrica de chocolate Maison Cailler, marca que se atribuye la invención del chocolate con leche.
Nosotros dormimos en el Hôtel de Gruyères, junto al recinto histórico, que da estas facilidades. Este establecimiento cobra 20 francos suizos por mascota y por día. Su restaurante (Le Chalet de Gruyères) está en el centro de la ciudad medieval y también es pet friendly.
En primavera y verano, la zona ofrece infinidad de rutas para pasear con perro. Por ejemplo, a cuatro kilómetros de Gruyères (20 minutos en autobús) se puede coger el funicular de Moléson-sur-Gruyères (la estación está a 1.100 metros de altitud). Este ingenio tarda cinco minutos en subir hasta Plan-Francey (a 1.500 metros), de donde parten buenas caminatas por los Prealpes de Friburgo. A partir de ese punto se puede ascender en teleférico hasta la cima del Moléson (2.002 metros de altitud). Los perros viajan gratis en ambos medios de transporte.
Si te plantas un día despejado en la cumbre del Moléson, podrás ver toda la parte occidental de Suiza, desde el lago de Ginebra hasta los picos del Oberland bernés, además del Mont Blanc, el Jura y la región de los Tres Lagos. Allí hay un restaurante que sirve platos tradicionales: Le Sommet. Los perros educados son bienvenidos junto a sus familias.
En verano también se puede practicar deportes acuáticos en el lago de La Gruyère. Es el más largo y el segundo mayor lago artificial de Suiza. En la mitad está la pequeña isla de Vers les Tours, que alberga las ruinas de un castillo. Distintas empresas alquilan canoas y ofrecen excursiones guiadas.
No puedes irte de La Gruyère sin degustar sus quesos. Nosotros tomamos una auténtica fondue friburguesa en Chalet de Gruyères, un restaurante de madera en la ciudad medieval. Y volvimos a pecar en el fabuloso restaurante Chez Boudji, en las praderas de Broc. En la zona también preparan unos macarrones con queso, doble crema, panceta... para chuparse los dedos. Y si vas a subir al Moléson, cerca del funicular está la quesería tradicional Alpage de Moléson. Allí te muestran cómo hacen el queso. No se puede entrar con perro a esta actividad, pero sí degustar sus variedades en la terraza.
MURTEN Y MONT VULLY
Al norte de la región de Friburgo, el lago Murten baña dos puntos clave: en la orilla norte, la Riviera Fribourgeoise, con los viñedos y bodegas del Mont Vully; y en la sur, la preciosa ciudad medieval de Murten (también llamada Morat). En este pequeño lago se puede practicar un montón de deportes acuáticos, como paddle surf, y está rodeado de varias rutas de senderismo.
Murten (o Morat) es una joya medieval del siglo XII. Está en una colina a orillas del lago. El casco histórico es un pequeño recinto amurallado con tan solo tres calles. Sus torres, callejuelas adoquinadas y casas con soportales te transportarán siglos atrás y seguro que en alguno de sus rincones encuentras alguna referencia a la famosa Batalla de Murten (1476), que los suizos ganaron frente al Ducado de Borgoña. Puedes subir por una escalera de madera a la pasarela de la muralla y recorrerla con tu perro para observar este burgo medieval y su lago a vista de pájaro. Nos alojamos en el hotel Murtenhof & Krone, dentro del recinto amurallado. Y cenamos en Eintracht Murten.
Andando, en cinco minutos te plantas en el paseo que hay junto al lago y desde allí puedes coger un barco que te llevará a la orilla opuesta, a los campos de viñedos de Mont Vully. En esta zona recorrimos un tramo del sendero histórico de Vully. Partimos de Praz y atravesamos viñedos y un bosque para llegar al restaurante Le Mont-Vully (en Lugnorre). Admiten perros en el interior (y en las habitaciones), pero su terraza con vistas al lago decorada con prímulas amarillas es una maravilla. Allí comimos de lujo y probamos el tradicional Pastel de Vully. Por la tarde degustamos un vino en la bodega Domaine Derron (los perros no pueden acceder a las zonas de elaboración, pero sí a las catas). En el puerto de Môtier puedes tomar el barco de vuelta a Murten. Evidentemente, todos los perros educados son bienvenidos en la nave.
Puedes visitar la web de Turismo de Friburgo y la web oficial de Turismo de Suiza para más planes pet friendly.
Suiza con perro